Por Guatavo Castillo
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Si andas por el centro y pillas a un buhonero vendiendo District 9 de Blomkamp y la trilogía de documentales Qatsy de Reggio no te lo pienses dos veces. Hace poco menos de un año las vi y ya las había olvidado de un plomazo de esos a los que nos tiene acostumbrado el ajetreo diario de vivir en Caracas. Si una cosa tienen las películas que abordan críticamente ciertos temas, es precisamente la cualidad de ayudarnos a construir esa memoria para allanar el camino venidero, sin embargo, uno olvida explotar esa cualidad.
Comentando sobre el tema del mes de P.L.O.Mo con una amiga, pensaba sobre qué película escoger. Por suerte el plomazo no fue tan duro y recordé estas 4 cintas que tienen como uno de sus temas transversales el complejo significado de vivir en una metrópolis. Cada una habla, entre otras cosas, sobre cómo hemos dejado que las ciudades se conviertan en nuestras propias prisiones: unas cárceles con barrotes que no podemos ver ni tocar. Quien las haya visto seguro dirá “Este pana se volvió loco, si District 9 habla del apartheid y las otras tienen como tema la vida en guerra”. Sí, es verdad, pero cada una toca también el rollo de vivir en grandes ciudades y cómo estás son usadas como espacios de control, poder y manipulación.
Comentando sobre el tema del mes de P.L.O.Mo con una amiga, pensaba sobre qué película escoger. Por suerte el plomazo no fue tan duro y recordé estas 4 cintas que tienen como uno de sus temas transversales el complejo significado de vivir en una metrópolis. Cada una habla, entre otras cosas, sobre cómo hemos dejado que las ciudades se conviertan en nuestras propias prisiones: unas cárceles con barrotes que no podemos ver ni tocar. Quien las haya visto seguro dirá “Este pana se volvió loco, si District 9 habla del apartheid y las otras tienen como tema la vida en guerra”. Sí, es verdad, pero cada una toca también el rollo de vivir en grandes ciudades y cómo estás son usadas como espacios de control, poder y manipulación.
En District 9 nos enfrentamos al problema del apartheid creado por una minoría blanca sudafricana contra un grupo de alienígenas que se ha estancado en la tierra para poder mantenerlos bajo control. Wikus Van de Merwe es un representante de la Multi National United (MNU), una compañía privada que controla a los alienígenas y quien será nuestro personaje guía en el proceso de revisión y control total de los visitantes en la ciudad de Johannesburgo hasta su transformación final. El distrito 9, conocido por ser una cárcel sin barreras más allá de las impuestas por las de la ley y los controles militares y segregacionistas de lxs blancxs sobre las mayorías negras de Sudáfrica, nos hace repensar en esta película el peo de quién y por qué se construyen las ciudades. ¿Son lugares para vivir o son simplemente espacios en donde nos (con)tienen para manejarnos con facilidad? Basta con asomarnos por la ventana de un edificio alto y ver la cadena de barrios que nos bordea para entender el por qué de la frase “zonas marginales”: al margen, que viven apartadxs (como el apartheid de District 9), excluidxs, desechadxs, fuera del alcance de la seguridad de unxs pero lo bastante cerca de esxs unxs para poder tenernos como mano de obra barata. District 9 es una película digna de ver por el tratamiento de este tema, con una realización impecable que mezcla el género documental con la ficción y un tratamiento de ciencia ficción muy innovador.
En las Qatsy la cosa es más compleja. Un trío de documentales que, combinando sólo imagen y música, retratan el desarrollo de la vida occidental. Hay dos cosas que llamaron mi atención cuando las vi: una, el avance de la tecnología como camino para la guerra y, dos, el desarrollo “natural” de la vida como elemento que choca contra esa evolución tecnológica. Volvemos al lío de cómo es que hemos llegado a un punto en el que la profundización de la ciencia (y allí ponemos en un mismo paquete al urbanismo, la ingeniería y todo lo que mete su nariz para armar ciudades) está al servicio de cúpulas de poder para mantenernos alineadxs en nuestro propio hábitat. Coño, prenda su TV en este momento y haga un paseo por los canales para que vea como es el tratamiento que le dan a las películas de los últimos años: invasión, destrucción, peligro, amenaza, todo apuntando a cercenarnos nuestra voluntad de habitar el lugar donde vivimos como un espacio público para arrinconarnos en lo privado. Han creado nuestras propias cárceles y de paso tenemos que pagar por ellas.
Uno ve estas películas y siente que hay un replanteamiento de la gran contrariedad que significa vivir en grandes ciudades. ¿Cómo es que lo hemos desplazado todo a estas grandes urbes sin pensar en que es lo más antinatural estar hacinadxs, asustadxs (por ideas sembradas por otrxs), apuradxs, paranoicxs y, lo peor de todo, cercadxs en nuestra acción de rebelarnos contra ella y contra quienes las construyen? Si tú vives en una metrópolis te invito a verla y si, mi pana, no sientes esa arrechera de saber que te pusieron la cárcel en tus narices ¡carajo debe ser que eres de lxs que tienen el control!
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