Por Gustavo Castillo
(O DE CÓMO EL PUPÚ DE MURCIÉLAGO TE PUEDE DEJAR FRITO EN CONTAGIO)
Ponte pilas que dentro de poco hasta de una gripe te puedes morir. Hoy vamos a hablar de una película que pareciera ser hecha por encargo y que va por esta línea de la salud.
Contagio, de Steven Soderbergh, cuenta la propagación de un virus que comienza como una simple gripe pero que te mata en pocos días. Mientras la transmisión del virus va tomando forma de pandemia, tanto las industrias farmacéuticas como los gobiernos de Europa y Usamérica luchan para tratar de frenarlo y al final, como siempre, nos salvan del exterminio consiguiendo la milagrosa vacuna. Qué jodido es ver este tipo de películas y no salir arrecho del cine.
Siempre hemos pensado que los mismos productores de las vacunas son los principales propagadores de los virus. Justo unos meses antes del estreno de Contagio ocurrió la propagación del virus A1H1, muy cercana al descubrimiento de la vacuna por parte de una empresa farmacéutica a punto de quebrar. Leer cosas como esta no es raro, pero verlas en películas desde la óptica benevolente raya en lo cínico.
Al final nos meten el paro de que ese virus mortal, hospedado comúnmente en murciélagos, se propagó porque uno de estos animalitos se comió un cambur, se le cae un pedacito de la fruta al lado de un cochino, este se lo come y, en un proceso que deja pendeja a la naturaleza con sus millones de años de evolución de la especies, el cochinito desarrolla un virus más jodido que la peste bubónica. ¡No me jodas! ¡Al menos cuéntame una de marcianos! Al menos dígannos que el virus llegó en un meteorito y así pensamos por un rato que hay otras cosas en el universo que atentan más contra la salud pública que un farmaceuta con plata, poder y pocos escrúpulos.
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