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San Bolívar de arriba, San Bolívar de abajo

Por F. Nocordero


1
Desde pequeñx te meten en la cabeza que lo religioso y lo divino es Dios, y que Dios es UNO y es perfecto. Pero UNO apenas tiene que entrar en una tienda de santería para comprobar que religioso y divino no es solamente Dios, y que al menos para hindúes, santerxs, pueblos originarios, escandinavxs, antiguxs griegxs y romanxs, Dios es por lo menos VARIXS, si no MUCHXS.
2
Más allá del politeísmo y el monoteísmo, hay además por lo menos dos formas de relacionarse con lo religioso y con lo divino: la jerárquica y la no jerárquica. La jerárquica es la que más conocemos: la que tiene jefes, sub jefes, jefecitos (papa, cardenal, obispo, párroco…), y sobre todo sedes (vaticano, arquidiócesis, parroquia…). Las no jerárquicas también las conocemos bastante, aunque mucho no es visible su poder: son las que no tienen jefes, sino sabixs, médiums, chamanes, maestrxs… Son la que no necesitan de edificios caros para practicarse, y viven, crecen y anidan en los cuerpos vivos, y se prolongan en el tiempo sin necesidad de fijarse en escritos y templos.
3
Al grupo de las no jerárquicas pertenece el culto a María Lionza. Al grupo de las jerárquicas no podemos decir que pertenece el culto oficial a Bolívar, porque el culto a Bolívar no es exactamente una religión. Pero sí podemos decir que el culto oficial a Bolívar ha tenido históricamente casi todos los atributos de una religión jerárquica y monoteísta.

Páez, Guzmán Blanco, Carlos Andrés Pérez, Gómez… Todos explotaron un culto a Bolívar, centralizado y jerárquico, en el que Bolívar siempre era lo que dijo alguna vez J.I. Cabrujas en una conferencia: “nuestra única atadura a lo sublime y lo elevado”.
El San Bolívar oficial: una vaina solar, ejemplar, puesta por allá arriba, más alto que el satélite que hoy lleva su nombre, absolutamente inaccesible para las manos del pueblo, llenas de tierra.
4
Como se sabe, en Venezuela hay una revolución en marcha, que lleva el epónimo del héroe patillúo. Y, como se sabe, esa revolución comenzó entre un 27 y un 28 de febrero de 1989, en donde lo que hubo fue, primero, pueblo arrecho, incontenible, rompiendo todas las barreras; y después, estado criminal masacrando a los rebeldes -y a los que no, pero eran pobres y estaban por ahí pagando.

Entre lo que llamamos aquí “pueblo arrecho” había (según lo que recoge Reinaldo Iturriza), “de todo”. Y “de todo” es estudiantes, “habitantes de los ranchos y los cerros caraqueños”, “bandas ‘compuestas de delincuentes, malandros, narcotraficantes, ultraizquierdistas marginados’”, seres que “no encajan en la clasificación socioeconómica D-E, más bien podrían ser Y-Z, pertenecen al inframundo caraqueño”.
Es decir, de todo, pero nada del Bolívar del culto histórico, solar, único y perfecto, del mármol oficial, elevado y sublime, que se apropió la oligarquía cuando al cadáver todavía no se lo habían comido los gusanos.
Sí había, muchomás del Bolívar del pueblo mestizo y pobre; sí del Bolívar del panteón de María Lionza, el Bolívar del “inframundo caraqueño”.
5
Caraqueño, porque es donde se cocina ese sancocho, donde se encuentran esas potencias marialionceras, que en verdad vienen, más bien, de África, el campo y las montañas sagradas de nuestros pobladores originarios. Y anidan “En los descampados, laderas y quebradas que iban siendo invadidos y colonizados por los barrios populares” (cuenta Francisco Ferrándiz Martín), “en la estela de los sucesivos ciclos migratorios provocados por la expansión de la economía petrolera y la desestructuración del sistema agrario nacional”.

La diosa y su panteón se expanden y se empoderan en los mismos cerrros de donde “bajaron” los rebeldes, y adonde subieron los milicos a fumigarlos con plomo.
6
La oligarquía (el Señor) forjó ese Bolívar distante e inaccesible para el pueblo todos esos años. Y el pobre en su rancho, cayetano, forjó su Bolívar terrestre, su Bolívar amamantado por negra y nacido en Capaya, que puede bajar a un cuerpo y una lengua viva, a hablar en su idioma.
Es un Bolívar que no habita un panteón sifrino, sino un panteón de muertos milagrosos y espectros, donde hay también (aunque sea en otras cortes) indígenas, negros (primero), médicos, retardados mentales, malandros y putas.
7
El San Bolívar de arriba está ahora con los rebeldes, y se parece como nunca al San Bolívar de abajo: se parece su “pequeño cadáver” exhumado y jorungado por forenses (que nos demuestra casi a los coñazos que no es un dios, sino un cuerpo, con cavidades en el cráneo, costillar y columna, como todxs); se parece el cuerpo bolivariano del comandante Chávez (que caga, como todxs, y lo dice; que conoce en cuerpo propio las manos llenas de tierra); y se parece en las dos potencias y media de los billetes, de 5 (Negro Primero), 10 (Guaicaipuro) y 20 bolívares fuertes.
8
La media potencia es el de 20: María Lionza disfrazada de Luisa Cáceres de Arismendi. Una imagen que es y no es la diosa madre de nuestros muertos milagrosos. Una sombra que se resiste, como el San Bolívar de abajo, a ser del todo oficial. Un resto que en nada se fija ni nadie se apropia; que sale de la tierra con las manos sucias cuando se arrechan los pueblos, así los contrarrebeldes se hayan agarrado otra vez el San Bolívar de arriba para ellos solos. Así que mejor ni se les ocurra




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